
Junta de Vecinos 74 de Cerro Miraflores inaugura su sede vecinal
2 abril, 2019
Tras un largo proceso que incluyó la entusiasta participación del barrio, la Junta de Vecinos nº 74 de Cerro Miraflores finalmente inauguró su nueva sede en una ceremonia realizada el sábado 30 de marzo que contó con la concurrencia autoridades, vecinos y dirigentes. Fue también la ceremonia de despedida de su actual directiva, quienes tras una exitosa gestión que logró reactivar a los vecinos del territorio y materializar una serie de adelantos, termina su período durante este mes. “En abril del 2015 asumimos como directiva una Junta de Vecinos que venía durante los últimos 12 años con serios problemas de participación. En primera instancia, cualquier acción que se realizara, aunque sea la mas mínima, haría un aporte a un barrio que por mas de cuarenta años no había recibido inversión alguna, instalados a la sombra del Cerro Alegre y el Cerro Concepción” declaró en su discurso Waldo Burgos, actual presidente de la Junta de Vecinos.

Durante la ceremonia se destacó la voluntad basada en el bien común y la honestidad. «El proyecto contó con un grupo de tres arquitectos que nos donaron el proyecto y nos ayudaron a tener el permiso de obras. Luego, recurrimos a distintas fuentes de financiamiento, tres FONDEVE adjudicados consecutivamente, el aporte de privados y donaciones de materiales», manifestó Burgos. Dichos proyectos, ejecutados entre el año 2016 y 2018, permitieron primero, la construcción de la estructura de este espacio, luego la losa y, finalmente, las terminaciones y el cierre perimetral.
La vicepresidenta de la Junta de Vecinos, Alejandra Fritis, indicó que «las laderas de los cerros Alegre y Cárcel, y el Cerro Miraflores, son como la otra cara del Patrimonio. Aquí no hay inmuebles protegidos y todavía no somos víctimas de la gentrificación, muchas de nuestras casas no ven el mar, pero sí ven la cotidianeidad de nuestros vecinos, los colores de sus casas y ropas. Somos un Valparaíso al lado del plan pero que mira hacia dentro, que nos permite mirarnos más, estar más cerca y no perder nuestra vista en el mar y los barcos que nos sabemos hacia dónde van«.

La donación de materiales derivó en un plan de trabajo de largo aliento basado en la auto construcción, realizado paso a paso por los propios vecinos y vecinas que poseían los conocimientos y la calificación para llevar a cabo la ejecución de la obra. La nueva sede, ubicada a un costado del estanque frente al acceso al Parque Cultural de Valparaíso, se compone de una serie de containers reutilizados y cuenta con toda la implementación necesaria para realizar las actividades vecinales.
“Este barrio con todas sus complejidades y que lo define territorialmente la Quebrada de Elías, sin querer ha sido durante estos años una especie de laboratorio in situ dedicado a la recuperación de espacios impulsado por sus propios habitantes, estableciendo ejercicios de propuestas, articulación e interacción entre las organizaciones e instituciones que están en el territorio. Por lo mismo, el desafío a los nuevos dirigentes que vienen, es seguir abriendo el camino allanado para mejorar la calidad de vida de los residentes, y que esto permita ciertos grados de armonía con el desarrollo de la ciudad en la cual estamos insertos”, declaró Burgos, “todos los proyectos que se han logrado durante estos cuatro años: los puntos limpios financiados por el Gobierno Regional; el proyecto de luminarias que se esta ejecutando en Elías y Atahualpa; el Multiespacio Estanque Cárcel que la Municipalidad ha apoyado desde el primer momento; y la construcción de esta sede vecinal, contienen la fuerza del bien común por sobre todo interés particular, fuerza que ha unificado visiones diametralmente opuestas y a hecho prevalecer lo que todo habitante de Valparaíso tiene en común: el amor por este ciudad, que cuando es para si misma, levanta lo inimaginable, lo heroico y singular que la hace distinta y única a todas las ciudades de nuestro país” destacó.
Alejandra acotó que «muchos vivimos en casas que se construyeron antes de 1906 y que todavía resisten el embate de los terremotos, ancladas en la roca, como los habitantes que solo muertos se van. Un barrio de street art y de empatía con los perros y los gatos. Un barrio de poblaciones obreras, de clase trabajadora, hoy habitado por muchas personas nacidas y criadas en ellas, pero también por jóvenes, un barrio que ha tenido que dar la pelea contra males que no le son propios, que vienen del plan de la ciudad y de tendencias que nada tienen que ver con la dinámica de sus pobladores.»